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Caso Wanninkhof en Netflix, una “lesbiana perversa”: así se construyó la falsa culpable

Caso Wanninkhof en Netflix, una “lesbiana perversa”: así se construyó la falsa culpable

El talón de aquiles de Dolores Vázquez fue no caer bien. No era una mujer simpática ni dulce, tenía una mirada extraña y no se puso histérica cuando la detuvieron. Ni siquiera durante el juicio gritó de impotencia. Aquello de «no solo hay que serlo, sino parecerlo» sentenció hace 20 años a esta mujer, que pasó 519 días en prisión por un crimen que no cometió.

¿Cómo pudo pasar algo así? La película que Netflix estrena esta semana, «El caso Wanninkhof-Carabantes», dirigida por la escritora y cineasta catalana Tània Balló, pretende hacernos reflexionar sobre el papel de cada uno en un caso que sacudió a la sociedad española y que ¿podría repetirse? Para la autora, «los errores judiciales, las investigaciones fallidas y los circos mediáticos han seguido ocurriendo todo este tiempo.

El sistema falla pero creo que cada vez hay más mecanismos para evitar que ocurra y quiero pensar que con el tema de la lesbofobia algo hemos evolucionado». Porque, para no ser hipócritas, es importante señalar que, «además» de no ser simpática, Dolores Vázquez era lesbiana en los años 90. Había conocido a Alicia Hornos cuando ésta se separó de su marido y ambas comenzaron una historia de amor. Compartieron hogar en Mijas (Málaga) durante casi once años junto a los tres hijos de Alicia, entre ellas Rocío Wanninkhof, de 19 años cuando desapareció.

Sospechosa

Fue el 9 de octubre de 1999 y esa misma madrugada su madre ya encontró en un descampado lo que parecía la escena del crimen: un gran charco de sangre, sus deportivas y una colilla de tabaco inglés que sería crucial para el desenlace de la historia. 25 días más tarde encontraron su cuerpo esqueletizado cerca de una autovía a 20 kilómetros de Mijas. La autopsia pudo determinar que fue apuñalada por la espalda siete veces y comenzó la frenética búsqueda del autor de los hechos. Se llegó a publicar que había tres sospechosos: dos hombres y una mujer y el 7 de septiembre de 2000 Dolores Vázquez fue detenida en su casa. Las cámaras de televisión aguardaban en la puerta antes de que se produjera el arresto. «Ya no la volvimos a ver hasta el día del juicio, un año más tarde, pero en todo ese tiempo ya nos habíamos formado una idea de ella. ¿Cómo sabíamos que nos caía mal si ni siquiera la habíamos escuchado? Es curioso», plantea Balló. Pronto se tildó el crimen de «pasional»: la lesbiana «perversa» y «despechada» que odiaba a la hija de su ex novia y por eso la mató. Incluso se utilizó su homosexualidad para señalar que era un colectivo «reprimido» y por eso utilizaban una violencia «desmedida».

Borrar su feminidad

«Todo lo que se contaba sobre ella era borrando cualquier atisbo de feminidad: no se contó, por ejemplo, que era cuidadora –con los hijos de Alicia Hornos y con su propia madre, impedida– ni muchos símbolos que se asocian a lo femenino pero sí destacaban la peor versión de la masculinidad», sostiene la directora. Su documental recoge cómo la Prensa de la época advertía sobre su voz «ronca», que practicaba kárate y deporte con pesas o dirigía con mando firme el Hotel Sultán de Marbella. «Hay que analizarlo todo con perspectiva y desde la sensibilidad de aquel momento, es muy importante contextualizar y ser realistas con la sociedad de la época», recuerda Balló. Pero, al margen de que todos creyéramos en la culpabilidad de Vázquez y esto influyera en el jurado popular, ¿cómo pudo la Guardia Civil, la Fiscalía y el magistrado que redactó la sentencia «comprar» esta teoría? Parece que a día de hoy, 20 años después, no hay ninguna respuesta lógica a esto y de ahí la invitación de la directora a una «reflexión profunda» de todos los actores intervinientes. También los políticos, que trataron de sacar rédito (en eso tampoco hemos avanzado) sobre una tragedia al cuestionar, según recuerda el documental, si el crimen que secundó al de Wanninkhof pudo haberse evitado. «Es un valor ser conscientes de cuándo falla el sistema. Lo sucedido en este caso es paradigmático porque no es un error, es un cúmulo de muchos errores y de muchos agentes sociales».

Condenada

Caso Wanninkhof en Netflix, una “lesbiana perversa”: así se construyó la falsa culpable

Porque el juicio llegó y Dolores fue condenada a 15 años por homicidio. La película rescata una sesión de la vista oral donde el fiscal Francisco Montijano le recuerda a la acusada lo mucho que «chocaba» su personalidad con la de la víctima. Dolores contestó muy serenamente: «Sí, sí, señor fiscal, pero que choquemos no quiere decir que yo no quiera a Rocío. Tenía una buena relación conmigo, más de lo que su madre cree». Dolores tenía una coartada: había estado cuidando a la hija de una sobrina, las rodaduras del coche no eran del suyo, las dos fibras de tejido encontrados en el cuerpo de la víctima no correspondían a prendas suyas ni estaban sus huellas en unas bolsas con ropa encontradas en el lugar. Todo eso dio igual: el jurado popular, contaminado por todo lo que se decía sobre ella, emitió un veredicto de culpabilidad (recibido con aplausos) y el magistrado redactó la sentencia poco después: 15 años de cárcel por homicidio.

El mismo ADN

Dolores lo pasó muy mal en prisión. No solo por verse saberse inocente, sino porque el resto de internas la querían linchar y tuvo que estar mucho tiempo en aislamiento. Mientras, el verdadero asesino de Rocío Wanninkhof estaba en la calle (como la propia Dolores señaló en su alegato final en el juicio) y no tardaría el volver a actuar. Fue en Coín, otro pueblo malagueño 25 kilómetros al interior de Mijas. El 14 de agosto de 2003 otra joven, Sonia Carabantes, fue abordada por el mismo individuo cuando regresaba a casa de la feria del pueblo. A la mañana siguiente, según explica su madre, Encarna Guzmán, en el documental, encontró a unos metros de la puerta de su casa las sandalias, el bolso y el móvil de su hija tirado en el suelo entre restos de sangre. Los investigadores, en este caso Policía Nacional, recogieron del lugar trozos del faro de un coche. Se miraron todos los talleres de la zona por si había ido algún coche a reparar y se hicieron todas las gestiones posibles para dar con el autor, sin éxito. A los cinco días encontraron el cadáver de Sonia cerca de un arroyo. Presentaba relativamente buen estado y su estudio pudo ser más minucioso. De ahí que pudiera extraerse ADN del agresor debajo de sus uñas: se había defendido del ataque. Los investigadores introdujeron el perfil en la base de datos y fue cuando saltó la «bomba»: coincidía con el perfil genético de la colilla encontrada en el escenario del crimen de Rocío Wanninkhof cuatro años antes. La persona que estuvo en esa explanada era la misma que asesinó a Sonia. A partir de ahí, todo sucedió muy rápido.

Antecedentes

Meses antes, el TSJ de Andalucía acababa de anular la sentencia contra Dolores Vázquez por no estar suficientemente motivada y ordenó repetir el juicio. Pero una mujer se presentó en la comisaría de Fuengirola para dar una información a la Policía: era Cecilia King, la ex mujer de Tony King, un matrimonio inglés que llegó a España en el 97. Hacía tiempo que se habían separado pero aportó datos sobre sus sospechas con respecto a la participación de su ex en estos crímenes. La Policía consultó su identidad con sus homólogos británicos y confirmaron las peores sospechas: tenía antecedentes por agresiones sexuales en Londres. King fue detenido y condenado a 53 años de prisión. Mientras, Dolores Vázquez quedó en libertad pero siguió sufriendo las miradas y los codazos al verla pasar. Tras un «autoexilio» en Inglaterra, regresó a su Galicia natal. Nunca fue indemnizada ni nunca nadie le pidió perdón.

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