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Como trabajadora de iglesia que ha lidiado con los lineamientos de “modestia” para niñas, la historia de Olivia Culpo me entristeció Register for free to continue reading

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Aquí estamos en 2022, y la práctica de culpar a las mujeres por su ropa sigue vivita y coleando. Olivia Culpo, una ex Miss Universo, abordó recientemente un vuelo de American Airlines a México usando un crop top con el estómago al descubierto y shorts de ciclista ajustados, junto con un cardigan largo. Esta encantadora joven fue informada de que tenía que “cubrirse” o no se le permitiría volar. Al final, Olivia pidió prestada una sudadera a su novio y continuó con su viaje. De hecho, varias aerolíneas se han convertido en la policía de la ropa en los últimos años, generalmente para sus pasajeras.

Si das una vuelta por el departamento juvenil de cualquier tienda de ropa, sin duda verás una gran variedad de lo que un viejo llamaría ropa “escasa”: faldas cortas, shorts aún más cortos, crop tops. Como madre de dos hijas, pasé buena parte del tiempo fuera de vestidores mientras mis hijas adolescentes se probaban ropa. Había veces en que tenía que morderme la lengua para evitar decir la palabra con “i” (inapropiado) cuando emergían, luciendo tan confiadas y felices. Pero siempre las dejé hacer, porque su autoestima era más importante que cualquier incomodidad pasajera que yo pudiera sentir. E incluso si los estilos muy reveladores no eran de su preferencia, hubo muchas ocasiones en que esos artículos eran las únicas opciones en los estantes.

También trabajo en una iglesia y he dirigido 18 viajes misioneros con estudiantes de preparatoria a lo largo de los años. La mayoría de las veces, las organizaciones enviaban sus códigos de vestimenta por adelantado, enlistando lo que se podía vestir y lo que no durante el voluntariado. Algunas estipulaciones tenían mucho sentido (nada de camisetas con lenguaje de odio), mientras que otros te dejaban confundido (nada de camisetas sin mangas, los shorts debían llegar hasta la rodilla). Las reglas, dirían, venían del deseo de que los grupos encajaran en una cultura distinta, ser respetuosos con las normas más modestas de, digamos, Guatemala.

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Pero comprar ropa adecuada era una pesadilla. Hubo dos años de los 18 en los que las bermudas estaban de moda. El resto del tiempo, tuvimos que buscar en tiendas de segunda mano, con la esperanza de encontrar algo adecuado. Otro requisito universal eran los trajes de baño de una sola pieza (cada viaje incluía una tarde de nado). Ninguna de las jovencitas tenía uno de estos, e incluso los tankinis estaban prohibidos, por lo que, de nuevo, era un problema conseguirlos.

Irónicamente, cuando llegábamos al lugar, los jóvenes locales casi siempre vestían los mismos shorts cortos, camisas sin mangas y bikinis que estaban prohibidos para nuestras chicas. Nuestros equipos de misión eran los que se veían fuera de lugar.

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Lo que hacía que estas listas fueran irritantes era el excesivo énfasis en lo que las chicas podían o no podían usar, sin casi mencionar la vestimenta de los chicos. En una época en que las chicas se sienten más vulnerables, estos estándares les decían que sus elecciones eran inaceptables. Mientras tanto, a su alrededor, las películas y los anuncios en televisión mostraban a mujeres de su edad vistiendo precisamente esta ropa. El mensaje parecía ser: “Esta es la ropa disponible para comprar. Pero no deberías ponértelas”. Y, por supuesto, no surgen este tipo de preocupaciones sobre la oferta del departamento de hombres.

Soy una niña de la década de 1960, y recuerdo gastar el dinero que ganaba cuidando niños en las minifaldas que estaban de moda, pero no se me permitía llevarlas a la escuela (ni, por alguna extraña razón, jeans u otros pantalones). Incluso entonces, me daba cuenta del doble estándar, y esperaba que mis hijas no tuvieran que enfrentar lo mismo un día.

En la vida, hay muchas razones legítimas y prácticas para usar cierta ropa (uniformes sanitarios para el personal médico, por ejemplo) y para no usar ciertos artículos (nada de joyería que pueda quedar atrapada en máquinas si trabajas en una fábrica). Pero cuando le decimos a nuestras niñas que las mismas prendas que los diseñadores están creando y ofreciéndoles son demasiado “sexy” (lo que implica que los chicos tienen cero autocontrol y que las chicas no deberían esperar que lo tengan), perpetuamos un problema significativo en nuestra sociedad: la relativa falta de voluntad de las mujeres.

Las mujeres deberían tener derecho a controlar sus cuerpos, y eso incluye cómo visten esos cuerpos. No hay excusa para objetivarlos por un lado y criticarlos duramente por el otro.

El problema real no es ver el estómago de una mujer en un avión. Deberíamos aplicar un estándar para todos, o mejor aún, relajar los estándares de la apariencia por completo, y enfocarnos en cambio en la persona interior. Espero que mi futura nieta pueda elegir las prendas que la hagan sentir bien consigo misma, y que la sociedad aprenda por fin a ocuparse de sus propios asuntos.

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