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Las bragas de los viernes | Las Provincias

Las bragas de los viernes | Las Provincias
ELENA MELÉNDEZ

Toda mi atención se concentra en la frase que Esther, una compañera de trabajo, pronuncia a la hora del café. «Ojo que es miércoles y llevo las bragas de los viernes», lanza. «¿Y eso?», pregunta otra. «He quedado con el del gimnasio que os conté», resuelve, y pega un trago a su cortado. A la mente me viene ese conjunto de siete braguitas blancas de algodón con una breve puntilla cuyo frontal estaba coronado con un letrerito indicando los distintos días de la semana. Yo nunca las tuve, pero recuerdo fascinarme por ellas al verlas en algunas compañeras en el vestuario del colegio. Por el contexto, doy por hecho que no se trata del pack semanal noventero y me intereso por saber cómo son esas bragas que anuncian el fin de semana.

Como estamos entre damas, Esther, que desde su divorcio ha actualizado su cajón de la ropa íntima, no tiene problemas en mostrárnoslas. Se trata de un modelo de corte brasileño en raso rosa y encaje negro coronado por un adorno dorado en forma de estrella que pende bajo en ombligo. «¿Como son las de los sábados y domingos?», pregunta otra espontánea, dando por hecho que el carácter festivo va a elevar el estatus de la prenda. Esther ríe y explica que no se trata de la fecha ni del cometido, sino que es cuestión de actitud, pues las bragas, para ella, son un fiel reflejo de su intención y estado de ánimo pudiendo actuar, en ocasiones, como acicate motivacional o bálsamo emocional.

La invitamos a un segundo café para que prosiga. Nos cuenta que si tiene una cita de trabajo importante escoge unas bragas de lycra firme y talle alto en color gris acero, que le obligan a adoptar una postura erguida y le hacen sentir como Angela Merkel. Esos días en los que se siente vulnerable y poca cosa, se decanta por una suerte de slip con estampado de Wonder Woman, capaz de devolverle la sensación de protección que experimentaba en sus años de infancia.

Las bragas de los viernes | Las Provincias

Para hacer deporte prefiere unas de algodón grueso elevadas de tiro que estilizan ópticamente sus piernas y, en el momento previo a la ducha, le hacen caminar hacia la taquilla como si fuera Rihanna. Cuando va de cena y fiesta con amigas opta por un tanga de grosor medio, pues quiere sentirse sexy pero no pasarse toda la noche sacándose la fina tira del culo. Si queda con madres del cole, se pone un conjunto dos piezas en granate o coral, algo sobrio pero con un toque de color para transmitir que está en línea con esas otras mujeres en cuanto a clase y señorío pero que, además de niños, trabajo y ocio, disfruta de una frondosa vida sexual con hombres a los que se refiere como carne fresca.

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Los domingos, cuando va a comer a casa de sus padres siguiendo una tradición familiar, opta por algodón básico en tonos neutros en modo buena chica por respeto a la autoridad paterna y porque es el día del Señor. El resto de compañeras desviamos la mirada reflexionando en silencio acerca de nuestra propia ropa interior. «Pues yo llevo unas con la goma desgastada», confiesa una del grupo. «Palabra de casada», suelta Esther ceremoniosa partiéndose de la risa.

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