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Afganistán bajo el poder talibán, mes 1: todo son incertidumbres, prohibiciones y divisiones

Afganistán bajo el poder talibán, mes 1: todo son incertidumbres, prohibiciones y divisiones

Un mes llevan los talibanes mandando de nuevo en Afganistán. Ya no están los focos sobre el aeropuerto del que escapaban los afortunados que tenían conexiones con países occidentales ni habla Joe Biden a diario para decir que la salida de sus tropas fue el colofón a una “misión cumplida”, pero los días siguen pasando bajo el mando islamista, ya con algunas transformaciones importantes pero, sobre todo, con una enorme incertidumbre por el rumbo que adoptará finalmente el nuevo gobierno. De fondo, una terrible crisis humanitaria en la que se suma el exilio, la persecución, la sequía y el hambre.

Imposición, que no gestión

Los talibanes se hicieron en apenas dos horas con los edificios gubernamentales de Kabul y con el palacio presidencial. Se hicieron fotos en sus instalaciones, entraron en los archivos de los ministerios más sensibles, como los de Defensa e Interior, para hacer listas de sospechosos colaboradores con EEUU y otras potencias y comenzaron a dar órdenes de patrullar cada calle con sus milicias.

Su bandera blanca y negra ondea por las esquinas, tapando grafitis de colores o rostros de mujeres, se han convocado ruedas de prensa, se han concedido entrevistas a medios internacionales y, al fin, se ha anunciado un Gobierno. El mulá Mohammad Hassan Akhund es el primer ministro en funciones, mientras que el mulá Abdul Ghani Baradar, líder político de los talibán, es el viceprimer ministro. En el gabinete -¿sorpresa?-, ni una mujer.

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Afganistán bajo el poder talibán, mes 1: todo son incertidumbres, prohibiciones y divisiones

Todos estos pasos, sin embargo, les han servido para imponerse en las formas, aupados obviamente por el miedo que los ciudadanos mantienen ante la mano durísima que ya exhibieron en su anterior etapa en el poder, de 1996 a 2004, hasta la invasión norteamericana de castigo por su apoyo a Al Qaeda. Sin embargo, no hay gestión alguna. Se han visto con un Gobierno en las manos, avanzado en los últimos 20 años sobre los rescoldos medievales que ellos mismos dejaron, y que no saben por dónde coger.

Los edificios de la Administración, según relata la prensa local que se juega la existencia por contarlo y la internacional desplazada al país, están vacíos y no hay nadie dando órdenes, en ninguna materia que no sea la seguridad. No hay equipos, sólo grupos de talibanes alrededor de un líder o ministro, poco más. Los funcionarios que hasta ahora han sabido de las políticas públicas están encerrados, ocultos, o han escapado del país por miedo a represalias.

A ello se suma la división que hay en el seno de los talibanes, según han relatado medios como la BBC o Reuters, entre los más radicales y los más pragmáticos. Parece que van ganando los primeros, dice AP. El mulá Baradar ha tenido que negar estas disputas y salir al paso de informaciones que apuntaban a que resultó herido en una pelea interna precisamente por puro poder. Ha estado una semana desaparecido y sonaron las alarmas. De su compañero Hassan no se sabe nada desde hace un mes. De algunos jerarcas del nuevo Gobierno no hay noticias justo desde que hace un mes llegaron al poder y se habla de asesinatos.

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