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Cosas que pican en verano - Diario16

Cosas que pican en verano - Diario16

Cada año hay un verano y cada verano tiene su aquel. Pero todos, absolutamente todos, nos ofrecen una cantidad ingente de cosas que pican. Y si te pica, te rascas, esto es así. Pongamos 12, para que no sea un número redondo, como vuestro verano.

1. Los mosquitos.

Por supuesto. Mosquitos de todo tipo que entran en las alcobas o te comen las patas en una playa de Huelva (salvo a los de allí, que ya son inmunes). Mosquitos que nos hacen pensar en esto de la naturaleza y lo pequeñitos que somos, que tememos su ataque y sus secuelas. El mosquito humaniza, te enfrenta al ser que eres realmente, fuera de apps, pantallas y wifis. El mosquito y tú. Nada más. Intentar cazarlo como si fuese un “charli”, elucubrando estrategias militares o de guerrilla, razonando, intentando averiguar su próximo paso, hablándole entre dientes, amenazándole, conectando tu cerebro con el suyo, tensando músculos, avizando ojos, perfeccionando el sigilo. El mosquito pica, o acaba picando, y luego muere henchido de sangre. Muere solo o por tu desmesurada violencia, a la mañana siguiente, marcando para siempre la pared. Y luego te rascas y te rascas, te haces herida o te aguantas. Y ahora, del mosquito ya muerto, solo queda ese veneno que tienes en tu interior. El mosquito trasciende a través de ti. Y la vida sigue, el picor también.

2. El marisco en mal estado.

Cosas que pican en verano - Diario16

Oferta por los ojos, por los oídos, berridos de camareros que venden lo que no tienen: pescado fresco, marisco recién traído, animales, bichos, tenazas, cabecitas que chupar. Pero pica, pica, pica. Que luego, tras pagar “la dolorosa”, el placer se vuelve drama y tus vacaciones peregrinaje al baño, al otro, al que no tiene cloro ni sal.

3. El césped y el cloro de la piscina.

Te intentas auto-convencer que bajar a la piscina de la “urba”, donde tus lorzas se mezclan con las de tus vecinos que ves vestidos y serios y olorosos durante todo el año bajando en el ascensor, es una opción para combatir el calor y la frustración de un verano sin playa. Y te vas al césped, con una toalla bonita, con palmeras y soles. Pero te roza esa hierba, ese verde y notas que pica, que se te pone la piel rojita, irritada porque no es lo que buscaba. La piel te habla y tú no la escuchas. La piel te está diciendo, entre sarpullido y sarpullido: “Playa. Playa. Playa”. De hecho, la erupción dibuja a modo de “tatoo” una especie de calita mediterránea. Al menos así lo ves tú antes de que el cloro del primer bañito de la temporada te deje los ojos fritos, rojos, apuntalando tu vizcochada mirada, dejando cualquier oportunidad con la vecinita en anécdota que soñar a la hora de la siesta. Todo pica en la piscina de la “urba”, hasta la música la oreja.

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