De todas las cosas que el ser humano ha inventado para permitir que otros seres humanos pierdan el tiempo, Instagram es una de las mejores: un scroll infinito en el que vemos lo que hacen nuestros amigos, nuestros familiares y nuestros ídolos (si eres un Beckham puede que en ese grupo estén las mismas personas) y en el que hay que pelear para que el dedo se detenga y se fije en los detalles de una foto.
Y a veces, en las fotos que los más famosos futbolistas del globo suben a sus perfiles, los detalles lo son todo.
Fernando Torres (1984, Fuenlabrada, Madrid) ha sido uno de los últimos en saberlo. La imagen que su compañero Saúl Ñíguez compartió hace muy pocos días junto a sus compañeros Juanfran, Koke y Torres tras estrenar el Wanda Metropolitano en un partido frente al Málaga tomó vida propia en las redes sociales cuando los seguidores del jugador decidieron que lo importante estaba en el cuadrante inferior derecho.
Y un revuelo semejante causó este verano Cesc Fábregas (1987, Barcelona) cuando la atención de una bonita imagen en la que abraza a su esposa Daniella se desvió hacia su bañador (algunas tallas más pequeñas de lo debido, según su propio capitán) y hacia lo que había dentro ("el pequeño Fábregas", como irónicamente lo bautizó uno de sus seguidores en Instagram).
¿Lección aprendida? Para nada. Fábregas, que para algo es joven, bien parecido y sobre todo libre, subía pocas semanas después otra imagen con particularidades semejantes a la anterior. Sus seguidores, con el umbral de la fantasía ya muy bajito, se apresuraban en los comentarios a sugerir que había ahí una excitación más allá de la puramente vacacional. Que juzgue cada uno.
Los cazadores de bultos también tuvieron entretenimiento con esta instantánea de Claudio Marchisio (1986, Turín, Italia), jugador del Juventus y con más de tres millones de seguidores en Instagram.
El propio Marchisio ya se lo había puesto más fácil apenas dos meses antes en otra imagen tomada durante sus vacaciones en Porto Cervo, al norte de Cerdeña.
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— Improve Your Cond'n Tue May 08 11:26:32 +0000 2018
Se diría que Sergio Ramos actuaba sobreaviso en noviembre de 2015 cuando, al subir (en este caso a su cuenta de Twitter, no de Instagram) una fotografía del equipo en el vestuario censuraba una parte de la anatomía de su compañero James situando sobre ella un balón de fútbol. En este caso se imponía la lógica del efecto Streisand: aquello que se nos ha prohibido ver se convirtió en lo más comentado.
Pero el propio Ramos no se lo aplicó a la hora de subir un vídeo (esta vez a su cuenta de Instagram) en el que corría en la cinta con lo que parecían unos calzoncillos amarillos. Además de los halagos y los insultos que son habituales en los comentarios de las cuentas de redes sociales de futbolistas, este vídeo atrajo otros como "¡preciosos gayumbos!". No sabemos si era lo que pretendía.
Fernando Llorente (1985, Pamplona), actualmente en el Tottenham, se convirtió en el objetivo de estos buscadores de tesoros en noviembre de 2016 al publicar esta fotografía en los vestuarios del Liberty Stadium. Entre los comentarios se mezclaban el "¡Enhorabuena crack!" junto a un descriptivo "Esa cosita que se esconde debajo del pantalón". Juzgad vosotros.
Alguien como Cristiano Ronaldo, quizá el más exhibicionista de los futbolistas de la actualidad y alguien cuyo torso conocemos mejor que el propio, no podía faltar aquí. Para empezar, porque lo que otros hacen por accidente, él lo hace con orgullo futbolero (y empresarial, que la marca de calzoncillos es suya). Por ejemplo, en esta imagen promocional de su colección CR7 Underwear que publicó en agosto de 2016.
O en esta, donde la exhibición era ya supuestamente involuntaria, que levantó cientos de comentarios en las redes sociales en el verano de 2015
Para terminar, el futbolista que continuamente se mide con Cristiano para llevarse el título de mayor ídolo del balompié: Lionel Messi (1987, Rosario, Argentina). Él fue el protagonista de esta fotografía que su compañero Arda Turan subió el pasado 8 de marzo a su cuenta de Instagram. ¿El motivo? A estas alturas no es necesario explicarlo. Pero en todo caso: la imaginación del que mira, como en las nueve anteriores.
