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Ser alcanzado por un rayo es mucho más frecuente de lo que la gente cree

Ser alcanzado por un rayo es mucho más frecuente de lo que la gente cree

"Hubo una explosión tremenda, como la de una bomba. Ambos salimos despedidos por los aires, antes de aterrizar de nuevo en la cornisa. No tenía ni idea de lo que había pasado. Recuerdo que sentí un cosquilleo, una sensación de nerviosismo de arriba a abajo".

Dan Bailey y su amigo estaban escalando en una montaña llamada The Cobbler, en las Tierras Altas de Escocia, hace varios años, cuando, mientras descansaban en una cornisa, ambos fueron alcanzados por un rayo. Lo más extraño fue que no hubo ningún aviso: ni tormenta, ni truenos. Bailey, un montañero experimentado, autor de guías y editor de un sitio web de actividades al aire libre, lo describió más tarde como "un rayo caído del cielo".

Los dos hombres salieron rápidamente de la cima de la montaña y bajaron a un terreno más bajo. Pero había un inquietante olor a carne asada y a plástico derretido. "Los dos nos dimos cuenta de que teníamos agujeros derretidos en nuestras chaquetas de Gore-Tex, y a través de las otras capas de ropa que llevábamos debajo", explica Bailey.

Ser alcanzado por un rayo es mucho más frecuente de lo que la gente cree

Al desnudarse hasta la cintura, se dio cuenta de que había un patrón de diana grabado en la piel de su espalda, por debajo del omóplato. "Había anillos concéntricos de diferentes colores en mi piel, con un pequeño hoyo en el centro por donde había entrado la corriente. Y, en mi pie derecho, había un agujero que atravesaba el calcetín y salía por la bota por donde había salido la corriente".

(Relacionada: Los efectos de los rayos en el cuerpo humanos)

Ambos escaladores pasaron una noche en el hospital bajo observación, pero salieron relativamente ilesos. Ninguno de los dos sufrió problemas de salud a largo plazo, aunque a día de hoy, Bailey sigue teniendo una cicatriz en la espalda, del tamaño de una moneda de cincuenta céntimos de euro.

Fue muy afortunado: dejando de lado la posibilidad de desprenderse de la montaña por una caída, los relámpagos por sí solos suelen ser mortales. Se calcula que cada año caen sobre 240 000 personas en todo el planeta, y las estimaciones de las muertes resultantes varían enormemente. Un estudio ha sugerido 6000 muertes al año, otro hasta 24 000.

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