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Creación y evolución. Algunas aclaraciones

Creación y evolución. Algunas aclaraciones

En este post voy a indicar algunos presupuestos de lo que escribí en mi serie de ocho posts sobre la Creación y la evolución. Comenzaré dando siete definiciones, para aclarar mi terminología. Recuérdese el refrán escolástico: “De definitionibus non est disputandum” (“las definiciones no se discuten”, pues cada uno tiene derecho a elegir su propia terminología, dentro de ciertos límites razonables). A continuación enunciaré siete premisas básicas que son simples datos de hecho, verificables. Espero poder establecer así una base común o punto de partida compartido. Por último, expresaré en forma sintética mi visión del asunto.

1. Definiciones

• Fijismo es la doctrina que sostiene que las distintas especies surgieron, de alguna manera, en su forma actual desde el principio, sin relación de descendencia las unas con las otras, y no se transforman.

• Evolucionismo es la doctrina que sostiene que las distintas especies surgieron, de alguna manera, las unas de las otras a partir de un origen común, transformándose a lo largo del tiempo.

• Creacionismo es la doctrina que sostiene que Dios, de alguna manera, ha creado las distintas especies.

• Darwinismo es una doctrina cuyos principios básicos son dos: en primer lugar, la idea del “árbol de la vida” (1). Se afirma la existencia de un origen común de todos los seres vivos y el origen de unas especies a partir de otras. En segundo lugar, la idea de “selección natural”. Se afirma que las especies se transforman a través de un proceso de descendencia con pequeñas modificaciones graduales y de “selección natural”, es decir de sobrevivencia de los seres vivos más aptos o mejor adaptados a su ambiente. Al cabo de un larguísimo proceso, la acumulación de pequeñas modificaciones daría lugar a una nueva especie vegetal o animal.

• Neodarwinismo (la versión actual del darwinismo) es la doctrina que sostiene que el rol creativo o positivo del proceso evolutivo es desempeñado exclusivamente por mutaciones genéticas aleatorias, que producen las pequeñas modificaciones graduales postuladas por Darwin. El rol destructivo o negativo de ese proceso sigue estando a cargo de la selección natural, igual que en el primer darwinismo.

• Microevolución es la evolución biológica que podemos llamar “horizontal", dentro de la imagen darwinista del “árbol de la vida". La microevolución altera algunos aspectos accidentales o secundarios de una especie, manteniendo incambiado su “plan corporal” básico. Ejemplos: una especie de bacterias se vuelve resistente a un antibiótico; una especie de insectos de color claro se vuelve de color oscuro; una especie de ave desarrolla un pico más grande; etc.

• Macroevolución es la evolución biológica que podemos llamar “vertical", dentro de la imagen “darwinista” del árbol de la vida. La macroevolución altera significativamente las características corporales de una especie, convirtiéndola en otra especie distinta o muy distinta. Ejemplos: la transformación de organismos unicelulares en multicelulares; de invertebrados en vertebrados; de peces en anfibios; de reptiles en aves o mamíferos; etc.

2. Premisas básicas

• La microevolución es un hecho comprobado directamente.

• Todos los científicos aceptan la microevolución darwinista; dicho con más precisión, aceptan que las mutaciones genéticas aleatorias y la selección natural son capaces de producir microevolución.

• Esto no implica que no puedan existir formas de microevolución determinadas por otros factores. Por ejemplo, el hombre es capaz de producir microevolución, tanto a través de los métodos tradicionales de cría de razas de mascotas o ganado, como a través de los modernos métodos de ingeniería genética. Es decir que además de una microevolución natural existe también una microevolución artificial, guiada por un agente externo inteligente, que la causa buscando una finalidad determinada.

• La macroevolución no es un hecho comprobado directamente, sino una teoría científica basada en numerosos indicios (las similitudes en las series de fósiles, en el código genético, etc.).

• Casi todos los científicos aceptan que la macroevolución ocurrió realmente, al menos en alguna medida.

Creación y evolución. Algunas aclaraciones

• La teoría darwinista es la explicación más aceptada de la macroevolución, pero existe un disenso científico con respecto a ella. Una minoría significativa y creciente de científicos cuestiona a fondo el valor científico de la teoría darwinista sobre la macroevolución.

• Todos los seres vivos e incluso todas las células que conocemos han surgido a partir de un ser vivo o una célula anterior. Los seres humanos han podido transformar artificialmente algunas formas biológicas, pero nunca han sintetizado ninguna (ni siquiera una célula) artificialmente, a partir de la sola materia inerte.3. Mi visión del asunto

Ahora haré algunos comentarios sobre estas premisas. El evolucionismo o “teoría de la evolución” incluye tanto la micro-evolución como la macroevolución. Hay dos tipos de microevolución: la que ocurre por selección artificial (por métodos tradicionales o por métodos de ingeniería genética) y la que ocurre por selección natural. La teoría de Darwin explica bien esta última forma de microevolución. Pero la validez de la teoría darwinista con respecto a la microevolución no implica de por sí su validez con respecto a la macroevolución; es decir, no prueba que la macroevolución haya ocurrido meramente por selección natural darwinista, lo cual no impide que ésta haya intervenido en el fenómeno, como un factor entre otros.

Lo opuesto al evolucionismo no es el creacionismo, sino el fijismo. El creacionismo puede ser tanto evolucionista como fijista. Por su parte, el fijismo puede estar acompañado de la idea de la “tierra joven” (que supone la creación del universo en seis días exactos, según una interpretación fundamentalista de Génesis 1) o no. En este último caso (llamémosle “fijismo no fundamentalista”), se acepta que las especies, aunque fijas e independientes entre sí, surgieron gradualmente a lo largo de cientos de millones de años. Casi la totalidad de los científicos rechaza el fijismo y, con mayor razón aún, la hipótesis de la “tierra joven". Esta última hipótesis, sobre todo, carece de dignidad científica. Los creyentes no debemos (y no tenemos por qué) rechazar dataciones que están archi-probadas por la ciencia.

El primer artículo del Credo de los Apóstoles dice así: “Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra”. La doctrina católica es creacionista, pero de por sí no implica ni el evolucionismo ni el fijismo, sino que es compatible con ambos. El creacionismo evolucionista no rebaja nuestra noción de Dios, sino que en cierto modo subraya la infinita inteligencia del Creador, que no necesita de milagros cotidianos para desplegar toda su obra creadora. Según el Magisterio de la Iglesia Católica, la fe católica no implica el fijismo, ni mucho menos el fijismo fundamentalista.

Los escasos católicos defensores del fijismo fundamentalista se expresan como si la “cuestión bíblica” siguiera planteada del mismo modo que en el siglo XIX, pero desde entonces mucha agua ha corrido bajo el puente de la teología, que también evoluciona, creciendo en su comprensión de la Palabra de Dios. Recuérdense por ejemplo la encíclica “Divino afflante Spiritu” del Papa Pío XII (de 1943) y la constitución dogmática “Dei Verbum” del Concilio Vaticano II (de 1965). Siguiendo esas enseñanzas del Magisterio, hoy los católicos somos muy conscientes de que, para interpretar correctamente Génesis 1, hay que tener en cuenta su género literario y la cultura de su época; pero ante todo se ha de tener en cuenta que la verdad que la Biblia transmite sin error es una verdad de orden religioso y salvífico, no científico. El autor principal de la Biblia, al inspirarla, no nos quiso revelar la ciencia cosmológica o biológica, sino el misterio de Dios y del hombre, el camino de la salvación.

Es esencial distinguir entre evolucionismo en general y darwinismo, una teoría particular sobre la evolución. Por mi parte, acepto que ha habido una evolución biológica, si bien distingo entre el hecho comprobado de la microevolución y la teoría de la macroevolución. Sin embargo, considero a esta última como una teoría bien fundada y muy razonable. Lo que rechazo (por razones científicas, filosóficas y teológicas) son las explicaciones darwinista y neodarwinista de la macroevolución. Dicho de otro modo, acepto la existencia real del “árbol de la vida”, pero no acepto la explicación darwinista de las relaciones entre sus distintos componentes. En particular, me parecen abrumadoras las objeciones matemáticas o estadísticas contra el neodarwinismo.

El neodarwinista necesita probar que toda evolución biológica ha ocurrido sólo por azar, sin finalidad alguna; basta que haya un caso que no pueda ser explicado con base en el azar para que su teoría se derrumbe.

En el darwinismo clásico es esencial la hipótesis de la gradualidad: los cambios que han transformado unas especies en otras han sido muchos y muy pequeños, por lo cual la transformación se ha producido muy gradualmente, a lo largo de millones de años. En el neodarwinismo estándar (también llamado “teoría sintética” o “síntesis moderna”), ese principio de gradualidad se convierte en la hipótesis de que la transformación entre especies se produce por medio de una enorme cantidad de micro-mutaciones aleatorias. Las graves dificultades que enfrenta esta teoría han llevado a algunos evolucionistas (como S. J. Gould) a abandonar el principio darwinista básico de la gradualidad, postulando la existencia de macro-mutaciones. Por lo tanto, a grandes rasgos, hoy hay dos teorías darwinistas sobre la macroevolución: la basada en las micro-mutaciones y la basada en las macro-mutaciones (la evolución a “grandes saltos").

El código genético es muy importante en los seres vivos, pero no lo es todo. Hay una diferencia del 2% entre el material genético de los seres humanos y el de los chimpancés, pero eso no prueba que entre ambas especies haya una diferencia sólo de grado (no esencial). En el hombre hay muchas cosas esenciales (como la capacidad de conocimiento intelectual, de abstracción y reflexión) que no existen en absoluto en los chimpancés. Debemos guardarnos del error de extrapolar consecuencias filosóficas exageradas a partir de unos datos científicos en sí válidos. Las formas de medir la “distancia” entre especies pueden ser varias. El grado de similitud entre sus respectivos códigos genéticos es sólo una de ellas. La gran cuestión científica pendiente no es tanto la de medir esa distancia, sino la de explicar cómo se llegó a recorrerla.

El darwinismo da pie a una antropología desoladora: el hombre como mero primate evolucionado (2). Además, extrapolado en forma de “darwinismo social", tiene consecuencias sociales funestas. Si el hombre es sólo un animal más y la única ley que rige su evolución es la selección natural (la supervivencia del más apto), entonces se justifica que en la sociedad prevalezca siempre el más fuerte: el “darwinismo social” es una “racionalización” de la “ley de la selva” en la sociedad.

El “diseño inteligente” no es un invento del movimiento norteamericano del Diseño Inteligente (el “movimiento ID”). Con mayúscula o con minúscula, se trata del mismo concepto, que es exigido por la fe cristiana en Dios Creador. Sobre la cuestión de si se puede probar científicamente el diseño inteligente del cosmos y los seres vivos hay distintas posiciones y matices dentro del movimiento ID. Lo que está muy claro es que ese movimiento sostiene que se puede refutar científicamente el darwinismo y se puede demostrar racionalmente el diseño inteligente, posturas ambas compatibles con la filosofía cristiana.

A pesar de su tendencia relativista, es interesante la tesis de Thomas Kuhn sobre las “revoluciones científicas” (cambios de “paradigmas” científicos) y su análisis de los aspectos sociológicos de la evolución de la ciencia. Kuhn dice que el grupo dominante dentro del establishment científico siempre se opone a los cambios de paradigma, porque le conviene mantener el statu quo (3). Es lo que sucede hoy en el caso del debate sobre el darwinismo. Los darwinistas utilizan de modo habitual formas inmorales de censura, que comienzan por el cuestionamiento de la aptitud o la integridad de los científicos que disienten del “dogma” darwinista, y llegan hasta su expulsión de cargos académicos.

Parte del trabajo científico consiste en buscar las fallas de las teorías científicas actualmente aceptadas. Se puede demostrar que una teoría científica es falsa sin reemplazarla por otra teoría equivalente. Sin embargo, no temo señalar que, en mi opinión, el nuevo paradigma científico sobre la evolución biológica no excluirá la hipótesis de que las transformaciones entre especies están de algún modo pre-programadas en el código genético y que las mutaciones genéticas aleatorias no son la causa de esas transformaciones, sino a lo sumo su ocasión.

Daniel Iglesias Grèzes


Notas:

1) El “árbol de la vida” es la única representación gráfica que aparece en el célebre libro “El origen de las especies” de Charles Darwin.

2) Esta antropología tiene una fuerte tendencia al individualismo radical. El historiador católico británico Paul Johnson lo expresó de la siguiente manera, refiriéndose a la negativa del biólogo y propagandista del ateísmo Richard Dawkins a debatir con él sobre la existencia o inexistencia de Dios: “Dejo de lado la razón aparente del rechazo de Dawkins: que mi desafío está motivado por intereses personales. Todos sabemos que no es el verdadero motivo. […] A fin de cuentas, según el autor de El gen egoísta, todos nos guiamos continuamente por intereses personales y cualquier otro motivo sería antinatural o ilusorio. Huelga decir que no comparto esta deprimente visión de la humanidad, y compadezco al profesor por creer imposible que un ser humano sea impulsado por la fe, una causa, un genuino deseo de esclarecer a la sociedad o –el principal motivo en mi caso– un ferviente deseo de compartir el precioso don de la creencia en Dios con tantos mortales como sea posible. Una de las consecuencias espantosas de ser un materialista como Dawkins es que, por lógica, uno está obligado a negar la existencia de la metafísica, y el mundo del espíritu se convierte en zona prohibida. Uno está obligado a encarcelarse en una existencia unidimensional, sin pasado significativo y sin futuro personal, donde lo único que importan son objetos materiales empujados por genes porcinos.” (Paul Johnson, Al diablo con Picasso y otros ensayos, Javier Vergara Editor, Buenos Aires 1997, Capítulo “¿Qué teme el ateo de Oxford?”, pp. 292-293).

3) Véase Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 1991.

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