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¿Cómo era Antoni Gaudí?

¿Cómo era Antoni Gaudí?

* La autora forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia.

…. Y fueron muchas las voces que, con fervor, se pronunciaron en contra de la finalización de las obras de la Catedral de los Pobres, como un Dalí o el mismo Picasso, que dejó dicho: "Una obra, sin acabar, permanece viva, peligrosa; una obra, acabada por la posterioridad, es una obra muerta, asesinada".

El 29 diciembre del año 1939, pocos meses después de haberse acabado aquella terrible guerra fratricida, un grupo de arquitectos se reunió en la cripta de la Sagrada Familia.

Su objetivo: averiguar si en la tumba del gran Antoni Gaudí, el ataúd seguía guardando el cuerpo del genial arquitecto, o si los desmanes de la guerra lo habrían hecho desaparecer. Sus semblantes acusaban la tensión del momento y los rezos del párroco resonaban en el vacío espacio.

Las puertas de la sacristía parecían mutiladas, arrancadas las imágenes que las enmarcaban, y las paredes abrían su esqueleto, resquebrajadas por las llamas que habían ennegrecido arcos y techos.

Todo lo que no fue reducido a cenizas, cubría los suelos, aunque por aquellas fechas, manos anónimas ya empezaban a recomponer los destrozos y algún altar presentaba tímidos intentos de recuperación.

Deciden que uno de ellos se acerque a la puerta y vigile la llegada de posibles curiosos, pues recordando a Gaudí y sus deseos de intimidad, la memoria exige que, en momentos tan delicados, la privacidad sea máxima.

Se acercan al borde del nicho para comprobar si el cuerpo que aparece tras el cristal del féretro es el del maestro que 13 años antes habían acompañado a su última morada.

Un albañil frota con un paño la ventanilla, hasta hacerla transparente, y ante aquellos ojos aparece un rostro. Los restos de una barba, unas manos.

El busto es reconocido, al iluminarlo la desnuda bombilla que pende de un cordón, aunque el examen visual echa en falta los rosarios que envolvieron las manos del arquitecto tras su muerte, cuando uno de los presentes descubre una parte del mismo, bajo las falanges de una mano. Un respiro de alivio.

Es evidente que Gaudí ha reposado en paz los 13 años pasados, desde su partida hacia las estrellas que tan bien conocía"

Los integrantes del grupo deciden dar por válido el reconocimiento, sin abrir el ataúd, y firman los documentos legales, autentificando que es realmente el arquitecto quien reposa para la eternidad en la capilla del Carme de la cripta de la Sagrada Familia.

¿Reus o Riudoms?

El día 25 de junio de 1852 vino al mundo un varón, hijo de Francisco Gaudí y su esposa Antonia Cornet, residentes en Reus. Su bautizo se realizó con inusual precipitación. Era el quinto hijo, pues Antonia había perdido previamente a María, de 5 años, y Francisco, de 2, en el espacio de 3 meses.

El embarazo había sido difícil y para salvar el alma de la criatura, se le llevó a toda prisa y con solo unas horas de vida, a la iglesia de San Pedro Apóstolo.

Los documentos bautismales de Antoni Gaudí no dejan lugar a dudas sobre dónde y cuándo nació. Sin embargo, más tarde, Gaudí, maliciosamente, dejó abiertas las puertas a la duda, al dar a entender que, de hecho, podía haber nacido en el taller de su padre, apenas pasado el límite del término municipal de Riudoms.

Desde pequeño, Antoni visitaría las iglesias de Sant Pere y Sant Jaume, y seguramente oiría las leyendas de Montserrat, aunque el pueblito Montroig también tenía su Virgen negra, pero nada en la vida catalana era tan importante como Montserrat, y la ambición de todo niño católico devoto era emprender ese definitivo peregrinaje.

Al alzar la mirada desde la riera de Maspujols, el joven Gaudí se veía rodeado por agujas de iglesias y montañas; allí, la luz es de una claridad extraordinaria que acerca las distancias y aplana la vista, y aquella luz, mágica en toda la península, se convertiría en el leitmotiv de la vida de Gaudí.

En Reus, el pequeño Antoni asiste a la escuela, pero es el taller paterno el lugar de maravillarse, pues el joven queda impresionado por la habilidad de su padre, a la hora de transformar las planas láminas de cobre en relucientes vasijas, y es en ese taller donde aprende por primera vez a entender el espacio, y a imaginar en tres dimensiones.

Como arquitecto, ya maduro, siempre reconocería la importancia de la creatividad de su progenitor"

La escuela

En el curso 1863-64, aparece por primera vez en los registros oficiales del Instituto Colegio de las Escuelas Pias, pues la familia Gaudí se había mudado a Reus.

Antoni no fue un alumno precoz y la única asignatura en la que destacaba fue geometría; él detestaba aprender de memoria y nada le aburría tanto como entonar la cantinela. Además, Reus estaba lleno de distracciones.

El famoso mercado de los lunes controlaba virtualmente la totalidad del comercio español de avellanas, la mitad de la producción de almendras de la Península y las florecientes ventas de la industria textil y del alcohol.

En 1862, se fundó el Banco de Reus para ayudar a financiar la expansión económica y beneficiarse del crecimiento, y a través de los puertos cercanos de Salou y Tarragona, la ciudad estaba en contacto directo con el resto de Europa y las Américas.

¿Cómo era Antoni Gaudí?

Reus parecía el microcosmos de un mundo más grande de fuera, y lo que Gaudí y sus inseparables recordarían con mayor cariño eran sus aventuras más allá de los límites de la ciudad. En la escuela publicaron una revista interna -El Arlequín- de la cual Gaudí fue editor artístico y principal ilustrador.

Los tres inseparables amigos

El trío Toda-Gaudí-Ribera contaba con multitud de héroes catalanes, y se imaginaban a bordo del buque insignia del siglo XIII de Jaume el Conqueridor, partiendo a conquistar Mallorca para asegurar las rutas marítimas para Catalunya.

La visita más excitante para los tres amigos fue a Tarragona, plagada de ruinas romanas, el anfiteatro, el mercado cubierto, los baños termales, un circo, numerosos templos y el único foro de Catalunya.

Gaudí debió de comprender, ya entonces, lo que dijera tras haber transcurrido muchos años de éxitos: "La arquitectura reina, además, en absoluto silencio".

El último año en Reus

1867- 68 fue el último año de Gaudí en Reus. El joven pasaba mucho tiempo en el taller de su padre del que aprendió todas las técnicas rudimentarias como trabajar con el fuego, batir el cobre y doblar el hierro, o sea, la gramática de la artesanía.

El futuro arquitecto sólo completó tres de las cinco asignaturas requeridas, pues estudió matemáticas, doctrina cristiana e Historia de Reus, dejando Historia natural y Física elemental para el instituto Jaume Balmes de Barcelona.

Más en adelante, Gaudí alardearía de forma considerable de haber sido mal estudiante. ¿Ocultaba esa actitud un arrogante desdén, o, en verdad estaba por debajo de la media? Sabemos que fue un estudiante mediocre, pero mejoró de forma gradual, a medida que también lo hacía su aplicación, lo cual pone de relieve un elemento clave de su personalidad: la tenacidad.

Su primer proyecto ejecutado (1877-1882) fue una fuente monumental con cascadas en el parque antiguo de la Ciutadella de Barcelona"

Gaudí había crecido en un ambiente familiar piadoso, recibió una buena educación religiosa en el colegio de los Padres Esculapios, pero, al empezar a ejercer como arquitecto, ganándose cómodamente la vida, pletórico y dinámico, Gaudí se deja mecer por la alegría de vivir y, viste con impecable elegancia, ama el confort, se complace en la equitación, los paseos en coche, es un asiduo concurrente a las tertulias placenteras del Liceo, y se muestra despreocupado en materia religiosa.

A sus 31 años, en noviembre 1883, a Gaudí le ponen en contacto con un hombre profundamente religioso, el devoto librero de la calle Princesa y fundador de la Associació Espiritual de Devots de Sant Josep, José Mª Bocabella i Verdaguer, cuya idea de erigir un templo a la Sagrada Familia en Barcelona le había asaltado en un viaje a Roma.

Encargó el proyecto al arquitecto de la diócesis, Francisco del Villar, pero pronto surgieron discrepancias y Villar se retira del encargo que debería de pasar a manos de Martorell que, a su vez, recomienda a su joven ayudante Gaudí.

Este, de entrada, estaba encantado, al descubrir que Bocabella fuera una de las pocas personas que quedaban que escribían su correspondencia privada íntegramente en catalán.

La Sagrada Familia

Las obras de la cripta de la futura Sagrada Familia ya habían comenzado, pero ninguna de las columnas había sido colocada, de manera que, de momento, el joven arquitecto, con su aspecto deportivo y estiloso, sombrero y abrigo gris, desde su carruaje, echó un vistazo a los planos.

Estéticamente, Gaudí estaba en completo desacuerdo con lo proyectado por Villar, de modo que Elías Rogent fue designado como árbitro para pacificar la controversia, de acuerdo con el nuevo director de obras. Sin lugar a dudas, causó impacto sobre el joven arquitecto el haber recibido semejante encargo, y en los últimos años de su vida diría: "¿Qué más puede desear un arquitecto que el encargo de la construcción de un gran templo?".

Consideraba su entrada en ese proyecto como algo providencial"

Y se produjo un profundo cambio en su manera de ser, pues su acostumbrado escepticismo, se fue convirtiendo en una profunda fe, también influenciado por la devoción de Boca-bella.

Fue un cambio gradual que se fue acentuando, pues la iglesia majestuosa que en un principio proyectaba construir, estuvo cada vez más influenciada por su creciente pasión por la fe, para irse convirtiendo en la Catedral de los Pobres, pues sabido es, cuántas veces el propio artista realizaba recolectas de limosnas para cubrir los crecientes costes de su obra.

El arte y la religión comenzaron a colaborar en él, hacia una grandiosa concepción que le iba a dar fama mundial.

Gaudí y las mujeres

Gaudí y el amor que llegó... y que se fue para siempre. Su apasionado temperamento no carecía de las manifestaciones de un amor físico, pues en las optimistas ilusiones de su juventud soñaba con crear una familia, aunque luego estas ilusiones mundanas fueron descartadas y sublimadas por un amor por la virtud.

Sus inquietudes amorosas no duraron mucho tiempo, y no solo que no tuviera relaciones amorosas, sino que fue adquiriendo la firme reputación, entre las mujeres, de ser un misógino.

Según el poeta Joan Maragall, el arquitecto le explicó que en un viaje suyo, realizado para visitar catedrales, encontró a una joven que ya conocía de la casa de unos amigos; era extranjera, a punto de casarse con un joven que debía de regresar de América; era guapa y muy inteligente y él se enamoró de ella, pero, claro, ella prometida y su novio lejos… Hubiera sido un acto de poca hombría.

A ella le gustaba charlar con Gaudí, y un día a punto estuvieron de hablar de matrimonio, pero la madre intervino y, al día siguiente se marcharon para siempre. Él lo supo, pero no tuvo el valor de ir a despedirlas, aunque no pudo olvidarla durante dos o tres años.

Un día decidió ir a verla a la ciudad donde vivía, pero no se atrevió a visitarla, aun conociendo su dirección familiar; tan solo vislumbró desde la ventanilla de su vagón de tren una figura femenina, vestida de blanco, tan blanco que hizo palidecer al sol y se recostó en su asiento, llorando amargamente.

La comida del domingo

César Martinell, estrecho colaborador de Gaudí, explica que un domingo en diciembre 1915, le visitó y lo encontró comiendo en una pequeña mesa, llena de planos y papeles, muy limpia y de una gran sencillez. Estaba comiendo verduras crudas, tal vez escarola, hechas una papilla que se parecía más a una especie de gazpacho; protegía su camisa con una servilleta cogida con imperdibles, bebía leche con rodajas de limón y como postre una manzana al horno y media naranja.

Él mismo se servía de lo poco que había encima de la mesa y eso fue la comida del gran arquitecto en un domingo.

Estuvo hablando de los días de su infancia y luego pidió a Martinell acompañarle en su camino a la Iglesia y comenzó a comentar las diferencias étnicas entre la gente del este y del interior de la Península, y la influencia que el mar por un lado, y la tierra por el otro, suelen tener sobre este fenómeno.

Esas cualidades, dijo, se reflejaban en la arquitectura y en las oraciones, de carácter tan distinto ambos.

Cabe sospechar que la dieta de Gaudí surgiera directamente de la tradición judaica, según la cual convenía quedarse con el estómago medio vacío para dejarle espacio al Señor.

Gaudí era, después de todo, franciscano de corazón, y la comida suponía una innecesaria interrupción en el eficaz funcionamiento del motor corporal durante un día, sentado ante la mesa de dibujo. Nada más que lechuga, un chorrito de leche o de aceite de oliva, nueces, una suave compota de tallos de remolacha y pan untado con miel eran necesarios para mantener la agitación del cuerpo, acompañados de agua sin límites.

Imaginación e inteligencia

Gaudí poseía una imaginación prodigiosa que le permitía no sólo retener con facilidad las formas sino ver el espacio sin esfuerzo y captar el conjunto de lo que contemplaba.

Su inteligencia, nada vulgar, le daba la capacidad extraordinaria de concretar siempre toda su atención en un solo objeto, nunca perdía el hilo del tema. El entusiasmo y la vehemencia, dirigidos por su mente, le daban una gran tenacidad, pero la labor de autocrítica le hacía proceder con calma y hasta con lentitud.

Decía: "El arte lo hace el hombre para el hombre, y, por lo tanto tiene que ser racional". Y maldecía las corrientes artísticas del cubismo y sus escuelas que deshumanizaban el arte y abominaba de los primeros tanteos del arte abstracto, por su falta de plasticidad.

La detención de Gaudí

El 11 de septiembre de 1924, Gaudí iba a asistir a la misa en honor de los Santos Justo y Pastor, en memoria de aquéllos que murieron en el asedio a Barcelona en 1714.

Y corrió la voz que Gaudí había sido arrestado por la policía, por haber querido acudir a Misa aquel día y, efectivamente, según explicaría él mismo luego, la policía le había detenido, y pasó 4 horas en comisaría, de lo cual podría haberse librado, pagando 10 duros.

Pero fue arrestado de forma arbitraria y violenta, le insultaron de la forma más grosera, y no supieron reaccionar ante la pacífica actitud del arquitecto.

Y todo por expresarse en catalán"

Con vehemencia y decisión reclamó sus derechos, pero de nada le sirvió. En una celda, tras unos gruesos barrotes, aquel anciano de 72 años, escuchó como algunas personas que habían acudido, indignados, informaban a la policía de quién se trataba, pero ésta no se inmutó.

En pocas horas, toda Barcelona y toda Catalunya sabían que habían detenido al arquitecto de la Sagrada Familia.

Las redacciones de los diarios movilizaron a sus reporteros que se desplazaron a la plaza del Regomir para captar el instante de su liberación, pero no, por sorpresa para todos, Gaudí apareció en la puerta con el otro detenido, para ser trasladado a la comisaría central de la Lonja, donde finalmente todo se resolvió.

Amor por la virtud

Gaudí y el amor que llegó y que se fue para siempre. Su apasionado temperamento no carecía de las manifestaciones de un amor físico, pues en las optimistas ilusiones de su juventud soñaba con crear una familia, aunque luego estas ilusiones mundanas fueron descartadas y sublimadas por un amor por la virtud.

En las tres fachadas de la Sagrada Familia glorificó las tres virtudes teológicas, siempre dando preferencia a la Caridad, por encima de la Fe y la Esperanza.

Un trágico accidente

El día 7 de junio del año 1926, siguiendo su metódica vida diaria, Gaudí iba a trabajar en una de las lámparas de alabastro y metal para la cripta del Templo, pero antes iba a pasar por la capilla de Sant Felip Neri, para su diaria meditación nocturna, y luego acostumbraba a cenar y dormir en la oficina del Templo.

Cuando no había regresado a la hora usual, el padre Parés telefoneó al arquitecto Sugrañes, temiendo que se hubiese visto involucrado en algún altercado con la policía o que hubiera sufrido un accidente.

Cuando a las diez de la noche tampoco había regresado, los dos se pusieron en marcha, comenzando su búsqueda por el dispensario de la Ronda San Pedro, donde les dijeron que habían atendido a un anciano, cuya descripción coincidía con Gaudí, pues llevaba un libro de oraciones en su bolsillo, y su ropa interior estaba cogida con imperdibles. No quedaban dudas, era el arquitecto.

Gaudí había sido arrollado por el tranvía en la calle de las Cortes Catalanes, en su cruce con la calle Bailén. Nadie lo reconoció"

El famoso arquitecto no era más que un hombre viejo, anónimo, que algunos paseantes miraron con indiferencia, a excepción de uno que le atendió. Varios taxistas rechazaron la ayuda –y que fueron multados después por el alcalde- salvo uno que le acompañó al dispensario.

Su supuesto traslado al Hospital Clínic no resultó ser cierto, y le encontraron finalmente en el Hospital de la Santa Cruz, aquel hospital del que él había dicho "cuidan de los enfermos por el amor a Dios, no por obligaciones hacia la familia o a cambio de dinero".

Apareció registrado como Antonio Sandí, y lo encontraron en un estado de semi-inconsciencia en la Sala de Traumatismos; fue trasladado a una sección inmaculada, para pacientes especiales, donde pasó los últimos tres días de su vida, en una minúscula habitación, en una cama de hierro, una mesilla de noche, una silla y una pintura piadosa en la pared.

Y allí despertó: "Jesús, Déu meu", fueron las únicas palabras que iba pronunciando esporádicamente, aunque no hablara con nadie.

Al día siguiente, ya consciente, solicitó los últimos auxilios que recibió con fervor religioso, y parecía estar lúcido, hasta entrar en agonía, aunque en ningún momento no hablara.

Los más altos dignatarios de la Iglesia, de la Arquitectura, de la Medicina, de la Política y la Prensa, estudiantes, vicarios, amigos y enemigos, todos vinieron, incrédulos, y consternados. Y miles de voces cantaron los salmos de David en un multitudinario cortejo fúnebre que le acompañó en su último viaje, desde el Hospital de la Santa Cruz, por toda la ciudad, hasta la Sagrada Familia.

En el templo, el Orfeó Català elevó sus cantos en la Catedral de los Pobres, rindiendo el último homenaje al gran arquitecto que se había ido para siempre.

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Perfil de la Lectora Experta

Almuth Gessner

Alemana, nacida tras la Segunda Guerra Mundial en la República Democrática Alemana. Ha escrito el premiado libro sobre aquellos años Más dura será la paz. Ha sido traductora de Castellano y Alemán. Tras jubilarse se licenció en Historia en la Universidad de Barcelona, con Premio Extraordinario de Licenciatura. Actualmente, vive en Sitges y escribe en L'ECO de Sitges, así como en la web wazawaza.info.

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